domingo, 30 de marzo de 2014

Benito Juárez




Juárez y el México actual
21 MARZO 2014
En el 208 aniversario de su nacimiento, recordamos a Don Benito Juárez García, tres veces Benemérito de América, reconocido como tal por el Congreso de Colombia el 1º de mayo de 1865; calificado así, el 11 de mayo de 1867 por la República Dominicana y aclamado “BENEMERITO EN GRADO HEROICO” por el Congreso Mexicano el 18 de abril de 1873, fue un distinguido liberal.
Sintió en carne propia el dolor y las aspiraciones de nuestro pueblo a cuyo servicio consagró su vida entera, desde 1832 en que fue electo diputado al Congreso Local del Estado de Oaxaca hasta incluso el día de su muerte.
Fueron 40 años de entrega sin límite a la causa enorme de la libertad de México. De estos, dedicó 14 años y medio a servir a la República como Presidente de México.
Juárez pudo tener defectos. Era hombre al fin. Pero la suma de sus virtudes cívicas y humanas, históricas y masónicas es muy superior, miles de veces a cualquier error.
En 1838 se recibe como abogado en Oaxaca y procede a servir a sus hermanos indios. Contrae nupcias en 1843. Ingresa al Partido Liberal y alcanza por el derecho del mérito su jefatura en 1844.
Respetaba, como el que más la religión católica y la libertad de conciencia pero no podía supeditar su pensamiento, ni menos su voluntad a la idea de que la tierra, que es sustento básico del hombre fuera mantenida en pocas manos, improductiva, estéril, en poder del Clero.
El Plan de Ayutla de 1º de marzo de 1854, fue un pronunciamiento político proclamado en Ayutla, Guerrero por Florencio Villarreal, con apoyo de los liberales. Tuvo como objeto dar fin a la dictadura de Antonio López de Santa Anna.
El Plan de Tacubaya, formulado el 17 de diciembre de 1857 en Tacubaya, Ciudad de México, México, le daba al entonces presidente de la república, Ignacio Comonfort, facultades omnímodas y planeaba principalmente derogar la Constitución de 1857.
Ya que contenía una ideología marcadamente liberal, pues contenía artículos contrarios a los intereses de la Iglesia Católica, institución con todavía una amplia influencia en la opinión pública.
Toda persona que por propia convicción o por necesidad juró dicha Constitución quedó inmediatamente excomulgada al igual de aquéllos que se veían beneficiados por la enajenación de bienes eclesiásticos, esto causó una pugna más entre la Iglesia y el Estado y dividió a la población mexicana en dos facciones: quienes apoyaban al Estado, que eran los liberales, y quienes estaban a favor de la Iglesia, llamados conservadores.
El primer gobierno federal mestizo fue el de Don Juan Alvarez al cual sucedió el de Don Ignacio Comonfort y desde fines de diciembre de 1857, como resultado del golpe de Estado que a sí mismo se dio Comonfort, entregando el poder al Partido Conservador
Juárez asumió por derecho propio, las riendas del Poder Ejecutivo Federal, al ser Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Las Leyes de Reforma fueron una obra de alto beneficio público. La primera de estas leyes fue del 25 de junio de 1856 auspiciada por Juárez y señaladamente por Don Miguel Lerdo de Tejada. Estaba inspirada obviamente en los principios antieclesiásticos, de esa inapagable fragua que fue la Revolución Francesa.
 De esta ley se ha dicho que acogió los principios jurídicos de la Legislación de Cádiz. Don Francisco Zarco, el periodista que fue el cronista insigne del Constituyente de 1856; Don Melchor Ocampo, pensador y filósofo, el Nigromante, Don Ignacio Ramírez; en cuyos labios la elocuencia adquiría caracteres de excelencia, y con ellos otros más de esa generación talentosa y heroica de la Reforma sostuvieron en privado y en público, en la tribuna, en el periódico, en la cátedra los postulados de esta ley intitulada Ley Lerdo, que abrió caminos nuevos a la emancipación nacional y señaló rumbos mayores y claros horizontes. Esta ley revirtió en favor de la nación los inmensos BIENES DEL CLERO POLITICO, llamados por inactivos, “bienes de manos muertas”.
En el mes de julio de 1859, desde el puerto de Veracruz donde Juárez estableció su gobierno al amparo del gobernador del Estado Don Manuel Gutiérrez Zamora, se promulgaron por su régimen cuatro leyes también incluidas en la Reforma y fueron la del 12 de julio de 1859 que ordenó la NACIONALIZACION DE LOS BIENES DEL CLERO en favor del poder civil, esto es, del Estado y asimismo consagró la definitiva independencia y SEPARACION DEL ESTADO MEXICANO Y DE LA IGLESIA CATOLICA. Es esta consecuentemente la ley diamantina de México, obra superlativa del ilustre patricio.
La segunda ley de ese mismo mes –tercera de las Leyes de Reforma– fue la del 23 de julio de 1859 que INSTITUYO EL MATRIMONIO CIVIL. Hasta entonces el matrimonio había sido detentado y monopolizado por la Iglesia. El poder civil, era ignorado, como se sabe, desde el siglo X de la Era Cristiana, cuando el Papado se arrogó la facultad omnímoda de consagrar los matrimonios. gran polémica suscitó esta ley. El Papa Pío IX denostó la obra juarista y combatió el criterio que movió esta Legislación. No obstante prevalecieron la razón y el derecho.
La tercera ley del propio julio, la del 28 de ese mes y del mismo año de 1859 CREO EL REGISTRO CIVIL y por ende el control de la natalidad por el Estado. Una hija de Juárez fue la primera persona cuyo nombre ilustra los libros del Registro Civil.
La cuarta ley fue suscrita en Veracruz el 31 de julio de 1859 y se refiere a la SECULARIZACION DE LOS CEMENTERIOS que quedan desde entonces sometidos a la potestad civil y oficial del gobierno de la República.
Quedaron atrás los tiempos en que en México no era posible que recibieran sepultura en la tierra dramática que los vio nacer, hombres tan insignes como Santos Degollado que fue inhumado en junio de 1861 en el Panteón Británico, tierra extranjera por ficción de ley.
Recordamos el caso de Mr. Voltaire que fue enterrado casi suprepticiamente, fuera de París en Sellieres, “Donde su sobrino era abate”. De aquel día data la facultad inmanente de que la tierra pródiga de nuestro país pueda recoger los restos de quienes por ella se sacrificaron. Intención, contenido y expresión claramente masónicos en el espíritu de esta ley.
Hubo aún otra, la quinta, explosiva, fechada el 4 de diciembre de 1860 en Veracruz, a cuyo tenor se decreta LA LIBERTAD DE CULTOS. Gran revuelo. Abierta oposición clerical. Todo obstáculo empero fue vencido. Se extinguió el derecho de asilo en los templos. El sacrilegio dejó de ser conceptuado como delito. Se prohibió toda solemnidad religiosa fuera de los templos. Como corolario de esta Legislación se mandó retirar la legación de México acreditada ante la Santa Sede, hecho acontecido el 3 de agosto de 1859. El gobierno juarista ordenó la salida de monseñor Clementi, delegado papal en México. Jamás antes ni después fueron más tensas las relaciones entre el México juarista y el pontificado.
Esta obra fue coronada con las leyes de instrucción pública, ya que Juárez continua con su acción reformista y el 15 de julio de 1967 expide la Ley de Instrucción Pública, laica y gratuita y a la vez obligatoria con lo que arrancó al clero el monopolio de la educación y dio pauta para que posteriormente, esos postulados fueran incluidos en el Art. 3º Constitucional en la Carta Magna de 1917.
En la Carta Magna de 1857, se plasmaron derechos a la vida, a la salud, a la libertad, ésta en sus varias concepciones: libertad de expresión; de creencia; de reunión; de viajar; de escribir; de pensar; el derecho a la propiedad y el derecho a la seguridad, de imprenta; se crea el Registro Civil; se prohíben los monopolios, la esclavitud y los trabajos forzados estableciéndose en tal Cuerpo de Leyes la soberanía nacional, la división de poderes, la democracia, todo ello bajo el espíritu claro del liberalismo, todas tesis emanadas y coincidentes del pensamiento masónico universal.
Las Leyes de Reforma fueron incorporadas a la Constitución de 1857 el 25 de septiembre de 1873, siendo Presidente de la República Don Sebastián Lerdo de Tejada.
De Benito Juárez, puede afirmarse, que cumplió con honor el oficio de ser hombre. Su vocación de mexicano y de patriota, no registró claudicaciones ni extravíos. Lo que concibió lo ejecutó. En efecto sus virtudes de político, de estadista y de patriota, inundan de claridad los campos nacionales.
Juárez, el político no ve el paso, trabaja mirando el porvenir; a su lado colaboran los mejores y a su sombra nace una de las generaciones más brillantes de México; los hombres de la Reforma.
En política, la verdad es su arma, su escuela es de honradez y su conducta de austeridad. En horas decisivas para la Patria, en el triunfo o en la derrota, en todas las circunstancias no aceptó el ejercicio del poder al margen de la ley y de las instituciones; antepuso siempre su vocación de servir a México.
Juárez, el estadista, postuló el orden dentro de la Ley, la paz basada en la justicia y la convivencia entre las naciones reguladas por el derecho. Afirmó, además, la organización del Estado con intervención de los ciudadanos, no se apartó del interés nacional; en la formulación de las leyes, estuvo siempre al lado de su pueblo como constructor voluntario de la democracia y nunca abandono la causa de la República.
Juárez el Patriota, hizo de México el culto mayor de su existencia, y su pueblo lo hizo el héroe máximo de toda nuestra historia.
La separación del Estado y las Iglesias no era el fruto de la pasión sectaria. Los buenos creyentes, aquellos que no confunden los fines de la religión con los apetitos de sus malos ministros, así lo reconocieron.
Respondía cabalmente al pensamiento: "La Iglesia libre dentro del Estado Libre". El Gobierno se convirtió en el poder civil auténtico, cuya misión especial radica en la protección de todos los individuos, en el fomento del progreso, de la comunidad y en la observancia estricta del derecho.
Para unos y otros, como para los hombres de la Reforma, que fueron en su mayoría, creyentes irreprochables, la religión es inviolable en el sagrario de los templos y en la intimidad de las conciencias; pero cuando se le corrompe para convertirla en querellas políticas, la ley, por su propio prestigio, debe hacer que retorne a sus dominios.
Ha existido entre el Estado y la Iglesia, una controversia eterna. En todos los eventos de la historia de nuestro país, desde la Independencia de 1810, se nos muestra que una constante lucha entre el clero político, dirigido desde el Vaticano y el Estado Mexicano.
Recordemos que el Vaticano condenó la Independencia; combatió la Reforma propiciando la intervención francesa y la imposición de un imperio; y finalmente combatió a la Revolución y al producto más importante de ésta, la Constitución de 1917.
Este conflicto, tuvo su origen cuando el gobierno del presidente Benito Juárez promulgó las Leyes de Reforma para institucionalizar la separación de poderes y fortalecer al Estado Mexicano.
Recuérdese que "la cristiada" se levantó en armas contra la Constitución de 1917 proponiendo la llamada "Constitución de los Cristeros", que buscaba volver al orden político del virreinato.
Más de un siglo de la historia de nuestro país estuvo marcado por las difíciles relaciones entre la Iglesia Católica y el Estado. De este episodio los años más álgidos fueron, sin duda, los de 1926-1929. La guerra cristera, como todo conflicto bélico, tuvo un periodo de gestación y otro de conclusión que rebasa con mucho los años del levantamiento armado.
En 1926, las hostilidades entre la iglesia y el estado llegan a su punto de ruptura. El enfrentamiento pospuesto desde las leyes de reforma lleva, en estos años de luchas intensas postrevolucionarias, a una de las rebeliones más controvertidas de la historia de México: el conflicto religioso o Guerra Cristera, bajo el grito de Viva Cristo Rey.
Una tensa conciliación entre la iglesia y el estado se había mantenido a partir de la promulgación de la constitución de 1917. La iglesia había recuperado el poder espiritual perdido durante la guerra de reforma y ejercía mayor influencia.
La iglesia católica reafirma su posición de modificar los artículos 3°, 5°, 24°, 27° y 130° de la Constitución de la República. El gobierno reforma el código penal sobre delitos del fuero común y delitos contra la federación en materia de culto religioso y disciplina externa, en el cual se establecen sanciones penales a las infracciones que se hagan al artículo 130° constitucional; esta ley es conocida como "ley Calles".
La ley Calles entraría en vigencia el 31 de julio de 1926, y todos los sacerdotes deberían registrarse en gobernación, la iglesia consulta con la santa sede en Roma para llevar a cabo la suspensión de cultos en las iglesias el mismo 31 de julio. El Papa aprueba las medidas propuestas por el episcopado mexicano y se ordena no respetar el nuevo marco constitucional existente para todos los mexicanos. Al conocer las intenciones de los sacerdotes católicos, el estado ordena que las iglesias sean cerradas e inventariadas en los casos que se suspenda el culto religioso.
La guerra cristera fue una lucha fratricida que alcanzó a cubrir tres cuartas partes del territorio nacional con cincuenta mil creyentes fanatizados e impulsados por el sacerdocio, levantados en armas.
La resolución formal del conflicto se dio entre el gobierno de Emilio Portes Gil y, por parte del Episcopado Mexicano, el obispo Pascual Díaz y el arzobispo Ruiz y Flores en junio de 1929, después de las negociaciones, con la mediación del embajador de Estados Unidos, Dwight D. Morrow, se estableció un acuerdo de paz que suponía la no aplicación de las disposiciones legales emanadas bajo el régimen de Plutarco Elías Calles, pero sin abrogarlas. Cuando los cristeros que habían tomado las armas aceptaron deponerlas ante la reanudación de las actividades de culto, se puso fin a la llamada guerra cristera.
Para la Iglesia, si bien los cultos habían sido nuevamente abiertos a raíz de los acuerdos, en tanto que el estado se desentendía de aplicar la legislación que había causado tanto conflicto, existía un nuevo problema al cual volcó sus energías, denunciando lo que consideraba un atentado a los preceptos y la moral católicos: la educación socialista.
En los boletines parroquiales de las décadas de los años treinta y cuarenta hay críticas exacerbadas con respecto a la educación que imparte el Estado a través de las escuelas oficiales, a la cual consideran ateizante y de ideas comunistas.
Algunos de los sacerdotes de las parroquias de los pueblos amenazaban con excomulgar a quienes mandaran a sus hijos a estudiar en las escuelas de gobierno, en tanto que a los padres de familias católicas se les amenazaba con la prisión si enviaban a sus hijos a las escuelas parroquiales. Como puede observarse, el conflicto seguía latente a través de otras instancias.
Aunque durante las décadas siguientes la lucha armada había dejado de ser una opción, las diferencias entre ambas instituciones no se habían resuelto y las asperezas en su relación continuaron latentes. Ambas, Iglesia y Estado, mantuvieron un profundo silencio con respecto al conflicto y, por supuesto, tampoco contemplaron hacer un balance sensato de su actuación en el periodo.  Tal vez con ello se pretendía borrar de la memoria colectiva este episodio vergonzoso y así exculparse, ambos, de su responsabilidad frente a la historia.
Al pasar los años con la visita al Vaticano de Luis Echeverría Alvarez en los últimos días de su mandato, recordemos que buscaba un cargo en la ONU, dejo sentadas las bases para que en el gobierno de José López Portillo, el Papa Juan Pablo ll, llegara a nuestro país, y así reiniciaran nuevas estrategias para socavar al gobierno mexicano. Fue hasta 1988 con el acercamiento salinista con el Vaticano, cuando las relaciones diplomáticas entre ambos Estados toman un nuevo giro que pretende subsanar sus diferencias.
La reforma al artículo 130 constitucional, que otorga personalidad jurídica a la Iglesia (reforma que fue pensada en relación con la Iglesia Católica y que necesariamente hubo de ampliarse a las demás denominaciones) marcó el inicio de una nueva etapa.
A muchos sorprendió la presencia de altos prelados católicos en la toma de posesión de Carlos Salinas de Gortari como presidente de los Estados Unidos Mexicanos en 1988, pero esta invitación era el anuncio de los cambios que el nuevo régimen intentaba y que culminó con la reforma de 1992.
En este nuevo contexto la jerarquía de la Iglesia Católica inicia el proceso de canonización de los mártires de la guerra cristera, que culminó en mayo del 2000. Estos procesos de canonización pueden interpretarse como una respuesta de la jerarquía a un problema no resuelto; problema que sigue estando presente en la conciencia histórica con muchas implicaciones que causan confusión, crisis de conciencia, dificultades en la integración de la identidad cultural, falta de credibilidad en la institución y la búsqueda cada vez mayor de nuevas opciones religiosas.
Aquí resulta oportuno meditar un poco sobre la incalificable actitud, de quienes, olvidando las lecciones terribles de la historia, pretenden revivir un pasado, agitando de nuevo las conciencias con un problema resuelto. Identificar o confundir la religión con la política, es una trampa innoble, montada contra la ingenuidad y la sencillez. No creemos en ella los buenos ciudadanos, ni creerán tampoco los buenos religiosos.
Actualmente, por doquier aparecen signos y eventos de nuevos intentos de dominio de la Jerarquía Católica, encabezados por el propio Norberto Rivera Carrera y Juan Sandoval Iñiguez y grupos de la ultraderecha mexicana como: El Yunke, Vertebra, Pro-Vida, Conciencia Ciudadana, la Unión Nacional de Padres de Familia, Alianza Cívica, el Centro Nacional de Comunicación Social, las Universidades proclives a la religión, Caballeros de Colón, Opus Dei, Legionarios de Cristo, Desarrollo Humano Integral, A.C., etc.
Ante esta peligrosa situación de reto de las fuerzas más negativas, oscurantistas y fanáticas, debemos unirnos los mexicanos patriotas en todas las actividades para defender a nuestra Patria, de la ofensiva de la derecha antinacional, para evitar una guerra civil que tendría consecuencias catastróficas para el futuro mediato e inmediato de nuestro país.
Abrir la puerta, como se ha hecho, a la intervención del Vaticano y de la jerarquía eclesiástica en la vida política del país, en este período de profunda crisis como la que vivimos, es un grave error porque el alto clero de la iglesia católica, como organización política que es, se halla empeñada en una nueva evangelización, similar a la de la conquista, que le permita recuperar la influencia perdida, aliándose, como lo ha hecho cuando así ha convenido a sus intereses, con las fuerzas reaccionarias y antipatrióticas para impedir la transformación progresiva y fortalecimiento de nuestra Patria.
De los mexicanos y solo de nosotros, dependerá que nuestra nación pueda algún día ser realmente libre e independiente, ojala vivamos para verlo, y si no nuestros hijos o los hijos de nuestros hijos, pero créame que un día será; para ella debemos prepararnos, educarnos, desfanatizarnos y luchar con las armas del derecho y la razón. Existen fuerzas semiocultas que desean establecer en México una Religión de Estado. Advertidos estamos quienes pretendemos ser libres y pensamos en el laicismo como una forma de vida.
Esto viene a colación, pues el 15 de Diciembre del 2011, en el antepenúltimo punto de la Orden del Día -El último punto era Clausura de la Sesión- la Cámara de Diputados, sin considerar a la totalidad de los integrantes de la Comisión de Puntos Constitucionales se discutieron reformas al artículo 24 constitucional para permitir que los actos de culto religioso puedan practicarse de manera colectiva en público sin aviso a la autoridad, reformas que no responden a un reclamo popular o a las necesidades sociales de los mexicanos, quienes desde hace muchos años viven su religiosidad sin problemas, sobre todo después de las reformas de 1992 a los artículos 3, 5, 24, 27 y 130 constitucionales.
El pretexto o argumento de la modificación fue que se requiere alinear el texto con los Tratados Internacionales y el respeto a los derechos humanos en ellos incluidos; como el Pacto de San José, que data del año de 1969 y ratificado por México en 1982, pero haciendo reserva de lo relativo a las relaciones Iglesias-Estado, es decir que lo de los Tratados es solo un pretexto.
Afortunadamente la intervención de los Diputados, Felipe Solís Acero, del PRI, de Jaime Cárdenas y Fernández Noroña, del PT y Enoe Margarita Uranga Muñoz del PRD, lograron que en el pleno, medio se corrigiera el absurdo ataque al Estado Laico, sin embargo, con 199 votos a favor fue aprobado y turnado a la Cámara de Senadores para su Revisión, Modificación o Autorización correspondiente, como lo establece el procedimiento; La Cámara de Senadores dio inicio al Segundo Periodo Ordinario de Sesiones el día primero de este mes.
Los Liberales señalamos:
¡NO  A LA REFORMA AL ARTÍCULO 24 CONSTITUCIONAL¡
Y SI, A LA REFORMA AL ARTÍCULO 40 CONSTITUCIONAL
Aprobar la iniciativa de reforma para adicionar al artículo 40 constitucional, mediante la cual se incorpore la palabra “Laica”, a las bases de la forma de gobierno como una República Representativa, Democrática, Federal y Laica, con lo que evitaran una virtual regresión a un Estado confesional, y a etapas oscurantistas ya superadas en nuestro país.
Recordemos todos, aquellas palabras que sentencian “Los hombres y los pueblos que olvidan su historia, para bien o para mal están condenados a repetirla”. Tengamos en mente esto, y ojala la discusión de este asunto se realice después de las Elecciones, porque de no ser así, corremos el riesgo de que los pulpitos y las homilías, se conviertan en escenarios de lucha política y partidista.
Ante esta peligrosa situación de reto de las fuerzas más negativas, oscurantistas y fanáticas, debemos unirnos los mexicanos patriotas en todas las actividades para defender a nuestra Patria.
En el ideario juarista está, sin la menor duda, la esencia de nuestro ser como liberales. Sus principios debemos aprenderlos; pero sobre todo, debemos aplicarlos; trabajar por nuestra perfección, tener a la educación como una forma de superar los vicios y practicar la virtud; olvidarnos de las “voluntades caprichosas” y hacer valer la razón; debemos fortalecer la democracia, olvidando los “intereses de camarillas” y dándole, como al César, a cada quien lo suyo.
Pero sobre todo, no debemos olvidar, que la historia tiene un juicio y este es consecuencia de nuestros hechos y actitudes; de tal suerte que, si pretendemos que sea positivo, debemos luchar porque las razones y principios Juaristas sean las que normen las acciones del gobernante ante la sociedad.
Quiero terminar, con unas palabras de Juárez, que aunque se aplicaron en las relaciones de México con las Naciones, por analogía, lo pudiésemos aplicar al interior de nuestro país, en la situación actual:
“Que el enemigo nos venza y nos robe, si tal es nuestro destino; pero nosotros no debemos legalizar un atentado entregándole voluntariamente lo que nos exige por la fuerza. Si la Francia, los Estados Unidos o cualquiera otra nación se apodera de algún punto de nuestro territorio, y por nuestra debilidad no podemos arrojarlo, de él, dejemos siquiera vivo nuestro derecho, para que las generaciones que nos sucedan lo recobren. Malo sería dejarnos desarmar por una fuerza superior; pero sería pésimo desarmar a nuestros hijos, privándolos de un buen derecho, que más valientes, más patriotas y más sufridos que nosotros lo harían valer y sabrían reivindicarlo algún día.”
Esto viene a colación por las acciones contrarias al estado laico, que viene realizando el Congreso de la Unión. Toman así, más interés las elecciones de los legisladores, SEPAMOS seleccionar….Estemos atentos.       Viva Juárez…..Juárez Vive.
Lic. Miguel García Mejía
Colegio Coordinador

IDEARIO DE DON BENITO JUAREZ GARCIA.

* Dios y la sociedad nos han colocado en estos puestos para hacer la felicidad de los pueblos y para evitar el mal que les pueda sobrevenir. Juramentos muy solemnes nos obligan a obrar así. Cumplamos, pues, con este deber sagrado, defendiendo las instituciones federativas, que garantizan nuestras libertades.
* Una mirada de compasión para esos desgraciados será un atributo a la justicia y una prueba irrefragable de que el Estado cuida de enjugar las lágrimas de las familias de sus buenos y leales servidores.
* Persuadido de que la instrucción pública es el fundamento de la felicidad social, el principio en que descansan la libertad y el engrandecimiento de los pueblos.
* Los déspotas aborrecen la luz y la verdad.
* El gobierno vela por el reposo público y cada día se siente más fuerte y vigoroso para reprimir con mano fuerte a los tenaces enemigos de la ilustración y de la paz.
* El gobernante no es el hombre que goza y que se prepara un porvenir de dicha y de ventura; es, sí, el primero en el sufrimiento y en el trabajo, y la primera víctima que los opresores del pueblo tienen señalada para el sacrificio.
* Persuadido de que la misión del gobierno republicano es proteger al hombre en el libre desarrollo de sus facultades físicas y morales, sin más límite que los derechos de otro hombre, cuidaré muy escrupulosamente de que se conserven intactas las garantías individuales, evitando que un hombre, una facción o una clase oprima al resto de la sociedad, y reprimiendo con mano fuerte a cualquiera que atente contra el derecho ajeno. Sólo el criminal, el que turbe la paz pública será castigado con toda la severidad que quieren las leyes.
* La traición y la perfidia desgarraron la Constitución de la República, disolviendo la representación nacional y la de los Estados, cesó el reinado de la legalidad y del orden, y la anarquía y el despotismo consumaron excesos y desgracias que deshonran nuestra historia.
* De aquí nacieron las leyes de reforma, la nacionalización de los bienes de manos muertas, la libertad de cultos, la independencia absoluta de las potestades civil y espiritual, la secularización, por decirlo así, de la sociedad, cuya marcha estaba detenida por una bastarda alianza en que se profanaba el nombre de Dios y se ultrajaba la dignidad humana.
* Al mando de hombres tan cubiertos de crímenes, que era imposible entrar con ellos en trasacción o avenimiento sin degradar la dignidad de la República, y sin herir de muerte los principios de justicia y de moralidad.
* No me permitiré un solo acto que conculque derechos legítimos pero seré severo e inexorable con los transgresores de la ley y con los perturbadores de la paz pública.
* Las dificultades administrativas me son demasiado conocidas, y se cuánto trabajo y cuántos afanes son necesarios, no ya para vencerlas, sino aun para afrontarlas.
* El actual encargado del Ejecutivo, a quien cupo el honor de empuñar el timón en los días de verdadera borrasca, declara solemnemente que su fe en llevar a buen puerto la Reforma y la Constitución, no ha flaqueado ni un instante con las dificultades de la situación y que seguirá afrontándolas con ayuda de la nación y de sus legítimos representantes.
* Al retiraros habéis concedido al Ejecutivo todas las facultades que necesita para hacer frente al peligro que nos amenaza.
* Siente tanto temor, al aceptarlas, como el deseo de devolverlas al poder soberano de que derivan.
Y que antes que con el poder de las armas, el peligro se conjure con un arreglo justo y equitativo, compatible con el honor y dignidad de la nación.
El gobierno empleará toda la energía que inspira el amor de la patria y la conciencia del deber, para impulsar al país a defender su revolución y su independencia, teniendo como seguridades de buen suceso, la justicia de nuestra causa y el patriotismo que en todos los pueblos de la República se ha avivado al sólo anuncio de que puede peligrar la independencia de la patria.
* El gobierno no ha hecho más que aplicar su norma constante de conducta en las relaciones internacionales: encerrarse en los límites de una prudente moderación, abstenerse de todo acto agresivo y prepararse a repeler la fuerza con la fuerza. Por azarosa que sea la lucha a que el país es provocado, el gobierno sabe que las naciones tienen que luchar hasta salvarse, o sucumbir cuando se intenta ponerlas fuera de la ley común y arrancarles el derecho de existir por sí mismas y de regirse por voluntad propia.
El golpe que contra ella se asesta, heriría no sólo a una nación, sino a todo un continente.
Dado pruebas de abnegación y de cordura, sin más mira que la salvación de la independencia, de las instituciones y de la honra de la República.
Los caudillos que guiaron al pueblo para conquistar la libertad y la Reforma, lo guían ahora para defender la independencia y la soberanía de México.
* El gobierno protesta ante vosotros y ante el mundo, perseverar en la contienda, defender palmo a palmo el territorio de la República y sucumbir primero que pasar por la mengua o el vilipendio del generoso y esforzado pueblo mexicano.
* De los países de América, México recibe continuas pruebas de simpatía, y puede decirse que todo el continente se siente amenazado por la injusta agresión que nosotros tenemos que rechazar. ¡Plegue a Dios que el triunfo de México sirva para asegurar la independencia y respetabilidad de las repúblicas hermanas!
* El orgulloso enemigo que se había lisonjeado de arruinar nuestras hermosas instituciones al ruido sólo de sus armas, ha venido a presenciar el espectáculo imponente de un pueblo celoso de su autonomía y de sus libertades, que agitándose todo entero, lleno de animación y de vida, manda sus valientes legiones al teatro de la guerra y hace con una regularidad perfecta las numerosas elecciones de sus representantes.
* Creyéndolo alguno débil porque procede con indulgencia, persiste en sus intentos, procederé con toda la energía que dan la fuerza y la opinión, contra todo el que, olvidándose de sus deberes, pretenda subvertir la tranquilidad social.
* Un poco de energía, una ciega sumisión a la justicia, la proclamación y respeto de los verdaderos derechos, volverán a la República la paz, no el sosiego; el espíritu de adelanto, no la sujeción servil; el reinado de la ley, no la aristrocracia ridícula de nuestros vanos y mentidos redentores; el amor a Dios y al prójimo, no las hipócritas simulaciones de prácticas sin verdad ni sentimientos.
* ¡Levantaos, y la explotación infame de los muchos para beneficio de unos cuantos, quedará destruida! ¡Levantaos, y la libertad y su condición indispensable, el orden, se volverán entre nosotros una verdad tan fecunda como lo ha sido en todos los pueblos que marchan en su senda, y el hombre se volverá el querido hermano del hombre, y en la naturaleza bruta continuarán las creaciones del arte, y los pueblos todos de la tierra envidiarán, en vez de compadecer despreciativamente, nuestra suerte!
* ¡Mexicanos! Inmesos sacrificios han santificado la libertad en esta nación. Sed tan grandes en la paz como lo fuisteis en la guerra que llevásteis a un término tan feliz, y la República se salvará.
El gobierno de la República cumplirá el deber de defender la independencia, de rechazar la agresión extranjera, y aceptar la lucha a que es provocado, contando con el esfuerzo unánime de los mexicanos, y con que tarde o temprano triunfa la causa del buen derecho y de la justicia.
Creedme, compatriotas: bastarán vuestro valor, vuestra perseverancia, vuestros sentimientos republicanos, vuestra firmísima unión en torno del gobierno que elegísteis como depositario de vuestra confianza, de vuestro poder y de vuestro glorioso pabellón, para que hagáis morder el polvo a vuestros injustos y pérfidos enemigos. Olvidad vuestras querellas: poned a un lado vuestras aspiraciones, sean o no razonables, si por causa de ellas os sentís menos resueltos y determinados a la defensa de la patria, porque contra ésta nunca tendremos razón. ¡Unámonos, pues, y no excusemos sacrificios para salvar nuestra independencia y nuestra libertad, esos grandes bienes sin los cuales todos los demás son tristes y vergonzosos! ¡unámonos y nos libraremos! ¡unámonos y haremos que todas las naciones bendigan y exalten el nombre de México!
* LIBRE, y para mí muy sagrado, el derecho de pensar.
* Si como hombre público pudiera hacer lo mismo que como particular, yo callaría resignándome a lamentar en lo privado las desgracias de mi patria. Pero no es así: los crímenes cometidos en el Estado, los atentados contra la moral reclaman del gobierno las medidas que caben en sus atribuciones, para que los primeros no queden impunes y para que el poder de la segunda se restablezca y consolide.
* Un sistema democrático y eminentemente liberal, como el que nos rige, tiene por base esencial la observancia estricta de la ley. Ni el capricho de un hombre solo, ni el interés de ciertas clases de sociedad, forman su esencia. Bajo un principio noble y sagrado él otorga la más perfecta libertad, a la vez que reprime y castiga el libertinaje. El concede derechos e impone obligaciones, que no sabe dispensar; por consiguiente está lejos de comprenderlo cualquier ciudadano que se crea protegido por él para faltar a su deber o barrenar la ley. El puntual cumplimiento del primero y el más profundo respeto y observancia de la segunda, forman el carácter del verdadero liberal, del mejor republicano. Es por tanto evidente, que a nombre de la libertad jamás es lícito cometer el menor abuso.
* Formar a la mujer con todas las recomendaciones que exige su necesaria y elevada misión, es formar el germen fecundo de regeneración y mejora social. Por esto es, que su educación, jamás debe descuidarse.
* Odian el sistema federal, porque no alcanzan a comprender su ingenioso mecanismo, o porque este sistema creado para los de la ley y de los principios, no se presta a justificar los avances de los que quieren gobernar a los mexicanos con una voluntad despótica.
* Es necesario considerar, que cuando una sociedad, como la nuestra, ha tenido la desgracia de pasar por una larga serie de años de revueltas intestinas, se ve plagada de vicios, cuyas raíces profundas no pueden extirparse en un sólo día, ni con una sola medida. Se necesita de tiempo para preparar los elementos con que se pueden reorganizar los diversos ramos de la sociedad; se necesita de constancia para no desperdiciar esos elementos, a fin de llevar a cabo la obra comenzada; se necesita de firmeza para ir venciendo las resistencias que naturalmente imponen aquellos que han saboreado los frutos de la licencia y de los abusos; y se necesita de una grande capacidad para elegir y aplicar con la debida oportunidad los medios a propósito, que satisfagan, las exigencias del cuerpo social, sin exasperar sus males.
* Una causa (la liberal) que es la de mi corazón y mi conciencia.
* La democracia es el destino de la humanidad futura; la libertad, su indestructible arma; la perfección posible, el fin donde se dirige.
* Yo no reconozco otra fuente de poder más que la opinión pública.
* No deshonra a un hombre equivocarse. Lo que deshonra es la perversidad en el error.
* Que el enemigo nos venza y nos robe, si tal es nuestro destino; pero nosotros no debemos legalizar un atentado entregándole voluntariamente lo que nos exige por la fuerza. Si la Francia, los Estados Unidos o cualquiera otra nación se apodera de algún punto de nuestro territorio, y por nuestra debilidad no podemos arrojarlo, de él, dejemos siquiera vivo nuestro derecho, para que las generaciones que nos sucedan lo recobren. Malo sería dejarnos desarmar por una fuerza superior; pero sería pésimo desarmar a nuestros hijos, privándolos de un buen derecho, que más valientes, más patriotas y más sufridos que nosotros lo harían valer y sabrían reivindicarlo algún día.
* La emisión de las ideas por la prensa debe ser tan libre, como es libre en el hombre la facultad de pensar.
* Los hijos de los ricos no se avienen con la vida miserable del pobre.
* Nada con la fuerza: todo con el derecho y la razón: se conseguirá la práctica de este principio con sólo respetar el derecho ajeno.
* La responsabilidad de los gobiernos sólo puede fundarse en la impartición absoluta de justicia.
* La instrucción es la primera base de la prosperidad de un pueblo, a la vez que el medio más seguro de hacer imposibles los abusos del poder.
* Lo cierto es que mis enemigos no tienen razón para serlo. Si algún mal causo a los traidores es por error de entendimiento y no por deliberada voluntad. No es mi fuerte la venganza.
* Todo lo que México no haga por sí mismo para ser libre, no debe esperar, ni conviene que espere que otros gobiernos u otras naciones hagan por él.
* Los ricos y los poderosos ni sienten, ni menos procuran remediar las degracias de los pobres. Aquéllos se temen y se respetan, y no son capaces de romper lanzas por las querellas de los débiles ni por las injusticias que sobre ellas se ejerzan.
* Como hijo del pueblo, nunca podría yo olvidar que mi único título es su voluntad, y que mi único fin debe ser siempre su mayor bien y prosperidad.
* La ley que ha sido siempre mi espada y mi escudo.
* En los gobiernos representativos las interpretaciones del cuerpo legislativo son frecuentes y ordinarias porque son de esencia de la Institución y no importan un ataque a la persona del jefe del Estado.
* La respetabilidad del gobernante le viene de la ley de un recto proceder y no de trajes ni de aparatos militares propios sólo para los reyes de teatro.
* Los gobernadores de la sociedad civil no deben asistir como tales a ninguna ceremonia eclesiástica, si bien como hombres pueden ir a los templos a practicar los actos de devoción que su religión les dicte.
* El pueblo que quiere ser libre lo será. Hidalgo enseñó que el poder de los reyes es demasiado débil cuando gobiernan contra la voluntad de los pueblos.
* La instrucción es el fundamento de la felicidad social, el principio en que descansan la libertad y el engrandecimiento de los pueblos.
* La libertad civil y religiosa es una de las bases de nuestras instituciones.
* Deseamos que la ilustración, las ciencias, las artes y el amor al trabajo se aclimaten en nuestro país. Por eso abrimos nuestras puertas y damos hospitalidad al extranjero sin preguntar quién es, de dónde viene, qué religión profesa ni cuál su origen.
* La educación del pueblo es una de las primeras atenciones de todo gobierno. Sin escuelas jamás podrá nuestro pueblo tener el conocimiento de sus deberes y la apreciación de sus derechos.
* Las naciones tienen que luchar hasta salvarse o sucumbir, cuando se intenta ponerlas fuera de la ley común y arrancarles el derecho de existir por sí mismas y regirse por voluntad propia.
* México, un pueblo tan libre, tan soberano, tan independiente, como los más poderosos de la Tierra.
* México vive. Un pueblo no sucumbe al capricho del poderoso, si defiende la causa de la justicia, de la civilización y de la humanidad.
* La independencia y la libertad, dos grandes bienes, sin los cuales todos los demás son tristes y vergonzosos.
* La defensa de la Patria y de la libertad es un deber imprescindible: importa la defensa de nuestra propia dignidad, del honor y dignidad de nuestras esposas y de nuestros hijos, del honor y dignidad de todos los hombres.

* El Gobierno no tiene memoria, sino para el bien. Defensor de los derechos de los mexicanos todos, no quiere sino su ingreso al seno de las leyes. Paladín de todas las libertades, la del pensamiento y la de la opinión, aun sus enemigos han tenido garantías; el culto y las creencias han hecho uso de la independencia de la ley y se ha visto en toda su elevación el sentimiento religioso... No podía ser de otra manera: la causa del gobierno nacional es la de todos los mexicanos y, por los principios que sostiene, es la de todos los hombres, sin distinción de nacionalidades y colores.
* No es sólo la fuerza de las armas la que necesitamos. Necesitamos de otra más eficaz: la fuerza moral, que debemos robustecer, procurando al pueblo mejoras positivas, goces y comodidades.
* Los hombres no son nada; los principios lo son todo.
* La vida de un hombre nada significa cuando están de por medio la suerte y los intereses de un pueblo.
* El hombre que carece de lo preciso para alimentar a su familia, ve la instrucción de sus hijos como un bien muy remoto, o como un obstáculo para conseguir el sustento diario. En vez de destinarlos a la escuela, se sirve de ellos para el cuidado de la casa o para alquilar su débil trabajo personal, con que poder aliviar un tanto el peso de la miseria que lo agobia. Si ese hombre tuviera algunas comodidades; si su trabajo diario le produjera alguna utilidad, él cuidaría de que sus hijos se educasen y recibiesen una instrucción sólida en cualquiera de los ramos del saber humano. El deseo de saber y de ilustrarse es innato en el corazón del hombre. Quítensele las trabas que la miseria y el despotismo le imponen, y él se ilustrará naturalmente, aun cuando no se le dé una protección directa.
* Hijo del pueblo, yo no lo olvidaré; por el contrario, sostendré sus derechos, cuidaré de que se ilustre, se engrandezca y se críe un porvenir, y que abandone la carrera del desorden, de los vicios y de la miseria, a que lo han conducido los hombres que sólo con sus palabras se dicen sus amigos y sus libertadores; pero que con sus hechos son sus más crueles tiranos.
* Contra la Patria nunca tendremos razón.
* Quisiera que se me juzgara no por mis dichos, sino por mis hechos. Mis dichos son hechos.


LIC. BENITO JUÁREZ GARCÍA.
El sol y la Tierra obedeciendo a las leyes inmutables de la naturaleza, en su relación cósmica han creado las condiciones necesarias para que hoy, al iniciarse la primavera en el hemisferio norte; armonizada con el canto de las aves la vida renazca, y la madre tierra torne a engalanarse con mantos de esperanza tejidos de hojas nuevas y de brillantes corolas.
Bajo un marco natural como el de este día, dispuso el Gran Hacedor del Universo que hace 197 primaveras, fuera recibido a la vida Benito Pablo Juárez García; teniendo como su madrina a la más solemne pobreza, y como trompetas mensajeras de su nacimiento a los ecos profundos de la sierra oaxaqueña.
Y allí en San pablo de Guelatao, como si el mundo fuera una ruleta y ése el punto donde se clavara un dardo señalando el lugar para la realización de un gran prodigio; Juárez recibía la luz del sol de sus ancestros, y el oxígeno primaveral de la Sierra de Ixtlán para llenar por vez primera sus pulmones y estallar en llanto, que a la vez que signo de vida naciente, era grito de protesta y presagio de las glorias futuras de la Patria.
Y en ese momento grandioso, mientras la tierra recibía el soplo mágico de la primavera, México recibía la promesa alentadora de una vida fecunda; que en 66 años de fructífera existencia marcó en las páginas doradas de la historia, toda una época de hechos de trascendencia universal.
Pues modelado en el barro ancestral de la raza zapoteca, surgía Juárez, encendiendo una flama cuya luz fulgura perenne, iluminando la senda por donde con paso firme y seguro, avanza la Patria hacia el cumplimiento de sus más altos destinos; y su pensamiento es luz de libertad que atraviesa las dimensiones del tiempo, proyectándolo hacia la inmortalidad.
De manera similar al oscuro carbón de las ignotas profundidades de la tierra, que sometido a largos procesos naturales se transforma en el preciado diamante; así Juárez, habiendo brotado de los estratos ignorados de su tiempo, al golpe constante del cincel y del martillo de la vida, logra conformar el nombre y el prestigio que le permiten brillar con intensas magnitudes, en la Historia de México y del mundo.
Desde sus primeros años ha de revelar la grandeza de que estaba hecho; y ha de ser ejemplo vivo de que el carácter firme y consistente de los hombres, encuentra yunque y fragua en la adversidad; a la que sólo sobreviven los poseedores de virtudes especiales y de una fuerza de voluntad inquebrantable, que les impide sucumbir ante el embate de las dificultades.
Por eso, como si se apegara al esquema de un plan trazado por una voluntad superior, avanzó siempre decidido y sin titubeos; y con esa determinación propia de los predestinados, logró vencer desde niño los obstáculos que representaban su corta edad, la miseria, la orfandad, las distancias y el desconocimiento del idioma castellano.
En consecuencia, cuando la mirada transparente de los niños y los jóvenes de nuestros días, escudriñe el horizonte en busca de un ejemplo para guiar sus pasos, emergerá indiscutible y titánica la figura de Juárez, señalando la ruta infalible que los llevará a conquistar perfiles de honor y de grandeza.
Y he aquí el ejemplo más cercano a la realidad de la niñez y de la juventud actual, el de Juárez como estudiante; que nos deja una lección de tenacidad y persistencia, pues derribando las barreras levantadas por el prejuicio de la época que remarcaba como estigma el hecho de ser indígena de raza pura; crea sus propias circunstancias, lucha decidido y trabaja de manera incansable sin que ningún escollo de los que tuvo que sortear, lograra desviarlo de sus metas de superación; que con estudio, responsabilidad y dedicación, le permitieran a los 28 años de edad conquistar el título de Licenciado en Derecho; profesión que cual espada de luz, esgrimiera en las tareas que para consolidar el futuro de la Patria a él le fueran reservadas.
En Juárez se sintetizan las experiencias colectivas de toda una época; y en cada una de las facetas de su vida germina la dignidad de un ejemplo; de un ejemplo que trasciende más allá de su autorrealización como individuo; pues no sólo es espectador del paso arrollador de la historia de su tiempo; sino que con sus actos la construye, y con sus ideas le da sentido y significación; despertando la convicción de que México no es un pueblo a la deriva ni huérfano de rumbos; si los caminos están trazados basta para recorrerlos seguir la huella inmortal de Juárez, ya que su ejemplo no es letra muerta sepultada en las páginas polvosas del olvido. Es savia que nutre la permanencia de nuestras instituciones; es consistencia que da fortaleza a nuestra soberanía; es energía que palpita en la vida cotidiana de la Patria, y en el esfuerzo constructivo de sus hombres y mujeres.
Porque Juárez no permite que un solo instante de su vida aparezca vacío de acciones y de empeños, encaminados hacia el bien de su querida Patria.
Y sólo encuentra sentido a su existencia en el ímpetu constructivo de su hacer, para y por el México futuro; concebido a la luz del pensamiento liberal con que se tiñe el torrente ideológico, cuya fuerza derrumba y arrastra lo caduco de una época; al propio tiempo que orienta e impulsa al pueblo mexicano hacia el progreso.
La obra de Juárez se palpa, se vive y se respira cotidianamente: en el goce de los derechos ciudadanos que deriva de la vigencia civil de nuestras instituciones; en la plena libertad de las creencias religiosas; en la sana laicidad de la educación pública; en el carácter republicano de nuestra forma de gobierno; y en lo que había sido, y hoy se duda, que sea, el quehacer equilibrado de un Estado laico; pero sobre todo, en la libertad y la soberanía de nuestra Patria, que rescatadas por la denodada lucha del Presidente Juárez, se han visto consolidadas en el devenir de la vida nacional.
De la misma forma en que la energía proveniente del sol determina la presencia y continuidad de la vida en el mundo físico, por más que se le quisiera ignorar, negar o desvirtuar; así también la obra de Juárez es luz y es fortaleza, que da permanencia y continuidad al rumbo que la Historia ha señalado al destino nacional; porque Juárez y su obra son componentes que se encuentran fusionados de manera indisoluble al ser mismo de la Patria.
Sin embargo, cual espuma fermentada en el caldero de los desquites y revanchas, actualmente percibimos una fiebre antijuarista desbocada, que como el insignificante dedo que se ufana de opacar al sol; busca negar lo que es obvio, quiere manchar lo impoluto y pretende borrar lo perenne.
Y así, como la sinrazón encuentra adeptos en la ignorancia, el prejuicio y la ausencia de cordura; no escasean los que movidos por su falta de conciencia histórica, se convierten en cómplices idóneos de aquéllos que cumpliendo con su auténtico papel pretenden retomar un camino que para salud de la nación, el 19 de junio de 1867 con la muerte de Maximiliano, Miramón y Mejía en el Cerro de las Campanas quedó trunco.
Era regidor del ayuntamiento de Oaxaca y tenía 25 años de edad, cuando Juárez el 16 de septiembre de 1831, pronunciando el discurso con que se conmemoraban los 21 años de la iniciación de la guerra por la independencia;  dejó definidas ya, sus profundas convicciones reformistas, al afirmar en su discurso lo que en su concepto era necesario cambiar en ese momento: necesitamos, decía, “desechar de nuestro sistema político las máximas antisociales, con que España nos gobernó y nos educó por tantos años”...
 “Mezcló la política con la religión para revestir sus máximas de una veneración que sólo a  Dios es debida”.
 “Sistematizó la intolerancia y el fanatismo y cualquiera que osaba reclamar sus derechos a atacar los abusos del poder con las armas de una razón ilustrada, recibía el cadalso o la hoguera, por única satisfacción a sus reclamos”.
 “Todos estos efectos son todavía reliquias del gobierno colonial”...
 “España los adoptó, porque al fin era conquistadora y se propuso oprimir y sojuzgar una colonia de esclavos”.
 “Pero nosotros que formamos una nación libre y soberana; nosotros que hemos adoptado la forma de gobierno republicano, nosotros que no somos señores ni vasallos degradados; debemos seguir las reglas de una política ilustrada y justa. Debemos proteger al hombre, librándolo de los tributos que lo agobian y que menoscaban el sustento de sus hijos”.
 “Debemos remover todos los obstáculos, que impiden el libre ejercicio de sus derechos”.
 “Debemos de respetar al ministro del santuario que predica la moral pura del evangelio, y que hermanándola con la política, cual otro Hidalgo, siembra en nuestra juventud semillas de patriotismo, de libertad y de las demás virtudes”.
 “Debemos en fin proteger la ilustración de todas las clases, teniendo presente que sólo los tiranos gobiernan en las tinieblas; y los que viven de los abusos y de la ignorancia de los hombres, son los que temen y aborrecen el progreso de las luces”.
México, como lo sabía Juárez, había arribado a su mayoría de edad desde el momento en que conquistó su  independencia y por lo tanto, no podía seguir rigiendo su vida como país, bajo las mismas estructuras fundamentales de la época  colonial.
Urgía un nuevo marco jurídico, económico, político y social; a lo que por su- puesto se oponían las clases privilegiadas como la aristocracia, la milicia y el clero, a las que favorecía  el sistema colonial y deseaban que así se conservara.
En enero de 1858, como consecuencia de la promulgación de la constitución liberal de 1857, conservadores y liberales se trabaron en guerra feroz; los conservadores por suprimir la vigencia de la nueva constitución y los liberales por sostener su cumplimiento.
El presidente Comonfort abandona su cargo, el que por ministerio de ley es ocupado interinamente por Juárez.
En plena guerra, y sabiendo que no había tiempo que perder, que era ahora o nunca; en julio de 1859 desde Veracruz, Juárez lanza un enérgico manifiesto a la nación y expide una media docena de leyes, que declaraban la separación de la iglesia y del estado y entregaban al poder civil algo que había estado siempre en manos de la iglesia: el manejo de los asuntos civiles, como el matrimonio; los cementerios; el registro civil y la administración de hospitales y casas de beneficencia; proclamando además la libertad de cultos.
Por contener el ideario liberal y por tender a liquidar legislaciones caducas y estructuras anacrónicas, estas disposiciones y otras más son conocidas como las “Leyes de Reforma”; que hasta nuestros días, por los radicales cambios que implicaron, siguen caracterizando de manera determinante la obra de Juárez.
Variadas son las facetas que su vida y su obra le muestran a la nación, pues históricamente brilló como político, legislador, liberal, reformador, gobernante y defensor irreductible de la Patria y su soberanía; derivando de todo ello un valioso legado que da origen a la doctrina juarista.
De la doctrina política de Juárez nacen los principios de AUTODETERMINACIÓN DE LOS PUEBLOS Y DE LA NO INTERVENCIÓN EN SUS ASUNTOS INTERNOS POR PARTE DE NACIONES EXTRAÑAS; principios que son la pauta que marca lo que debería de ser la postura invariable de México, en el ámbito de la política internacional y en la búsqueda de la paz.
Estos principios no nacen de la casualidad, sino de la experiencia en carne propia que nos dejaron las dolorosas cicatrices históricas de la intervención norteamericana de 1847, y posteriormente en la intervención francesa y el fallido Imperio de Maximiliano; época ésta, en la que la recia figura de Juárez, simbolizó la fuerza de la fé, del honor y del patriotismo del pueblo mexicano; pues bajo su liderazgo le cupo entonces a México el alto honor y la dignidad de participar y triunfar en una guerra, que de acuerdo a las más elevadas concepciones éticas y filosóficas, es la única guerra justificada: la que se enfrenta en defensa de un derecho supremo, como lo es la integridad y la soberanía de la Patria; y nunca la guerra ofensiva motivada por afanes de dominio en perjuicio de los pueblos débiles.
Con ese triunfo, el pueblo mexicano borraba también de su panorama histórico la imagen de la monarquía como sistema de Gobierno, reafirmando para siempre su más pura vocación Republicana.
 “ENTRE LOS INDIVIDUOS COMO ENTRE LAS NACIONES, EL RESPETO AL DERECHO AJENO ES LA PAZ”.
Así sentencia el apotegma juarista que tantas y tantas veces se repite mecánicamente, sin detenernos a analizar su verdadero significado.
¿QUÉ ES LA PAZ? La paz es el estado indispensable y necesario para que el individuo pueda ejercer plenamente todos y cada uno de sus derechos, y realizar libremente los propósitos legítimos que se haya formulado.
La paz es una situación de perfecto equilibrio, es el ambiente ideal para que tanto los hombres como los pueblos se realicen y progresen.
La pérdida de la paz conduce a la inseguridad y al atraso. Si la paz se quebranta, la vida de los hombres y pueblos se trastorna, volviéndose anormal tanto, como una enfermedad que debilita y extermina. Una vez que la paz se ha roto se requieren grandes esfuerzos y sacrificios para recuperarla, y desgraciadamente de lo que se perdió en su ausencia, es mucho lo que ya no es posible remediar.
Nadie puede negar que si las naciones o los individuos en particular, respetan los límites del derecho de los demás absteniéndose de profanar ese territorio ajeno; son posibles y seguros la convivencia armónica y el florecimiento de la paz.
Pero cuando en la calma que les brinda la abundancia, y la impunidad que les da la fuerza, los países poderosos maquinan tranquila y fríamente la forma en que pueden vulnerar los derechos y sacar la mayor ventaja posible de los pueblos débiles, entonces estallan los conflictos.
La vergüenza cubre la cara del mundo y cabalgan en el viento el oprobio y la vileza; ante los que se yerguen el valor y la dignidad del ofendido en la búsqueda del rescate de su honor. De ello México da testimonio recordando los hechos de que fue protagonista durante las intervenciones norteamericana de 1847 y la francesa de 1862.
Los derechos de los pueblos que con más frecuencia son desgarrados por los colmillos del abuso y la ambición, son los siguientes:
El derecho a ejercer su soberanía, esto es, a darse sus propias leyes, a decidir la forma de gobierno que más les satisfaga y a tomar en el ámbito interno sus propias determinaciones libremente y sin presiones de ninguna especie.
El derecho a ser tratados con igualdad jurídica y política dentro del concierto de las naciones.
El derecho a elegir libremente los países con los cuales realizar su comercio.
El derecho a conservar la integridad de su territorio y a explotar libremente y en plenitud sus recursos naturales, ejerciendo sobre ellos su más completo dominio.
Derechos elementales, podríamos decir, pero que sin embargo son sagrados y constituyen la mayor tentación de aquellos pueblos, que por sistema no suelen respetar el derecho que les es ajeno.
Hasta aquí hemos abordado sólo algunos de los aspectos que se relacionan con la vida, obra y pensamiento de Juárez; en apenas un intento por rendirle homenaje en este día, en el que, ante su monumento nos congregamos para conmemorar los 198 años de su natalicio; siendo propicia la ocasión para ratificar nuestra más acendrada fe juarista y liberal, convencidos de que con Juárez, el bien de la Patria tiene sustento, tiene camino, tiene rumbo y tiene futuro; a partir de lo cual somos capaces de forjar el México que todos queremos: un México más libre, un México más grande, un México más digno, un México más nuestro, ¡VIVA MÉXICO!
Profr. y Lic. José Balboa Maldonado



“LA GRANDEZA DE JUAREZ NO NECESITA ELOGIOS.
SE JUZGA POR SUS HECHOS”

Cuando la vida es lucha, y la muerte su victoria, hermoso es el legado de los hombres que en estos hechos se significan, es lo que queda, lo perdurable de los hombres que trabajan por el bienestar de sus pueblos, se inmortalizan en el tiempo; y una vez más vuelve a cobrar vigencia, la frase acuñada por el brillante orador Jesús Urueta: “El polvo que piensa, no vuelve al polvo”. La grandeza de Juárez no necesita elogios, para elevarse al infinito astral que corresponde a los hombres de su estatura. “En comparación suya parecen nada los talentos, las palabras, los actos de los próceres; él,  era lo que quedaba, lo perdurable, la conciencia de México”. Cualesquiera que sean los defectos de su personalidad, su patriotismo es una lección que habremos de defender permanentemente, porque su naturaleza y dimensiones no es posible fraccionarlas en ningún sentido.
La muerte de Benito Juárez, aún conmueve el corazón de los mexicanos, en cada aniversario de su fallecimiento, su alma y sus ideas ocupan el tiempo y el espacio inspirando a la nación y removiendo nuestras conciencias con el impulso que la historia nos entrega.
Juárez ha sido la luz de la patria que alumbra el camino de nuestra nación, no solamente del pasado, sino en el presente y futuro del país; si queremos seguir siendo libres, independientes, con un sistema soberano en el que el gobierno de la ley sea la base verdadera del estado de derecho. Los gobernantes deben dirigir al país no a su gusto, capricho o interés personal sino sólo realizar las atribuciones que la constitución y las leyes que de ella emanan le señalan al órgano  de poder que representan.
La presencia de Benito Juárez, señaló el camino de la nación y marcó el futuro de nuestras generaciones. Su gallardía despertó la conciencia de un pueblo angustiado ante la amenaza extranjera, su figura es un ejemplo de limpieza y honradez, lo que dejó una huella imborrable en su estilo de gobernar.
Hoy las estructuras anacrónicas pretenden que los niños y los jóvenes olviden la obra de Juárez, pero él adelantándose a las ingratitudes de sus compatriotas advirtió “la instrucción es la primera base de la prosperidad de un pueblo, a la vez que el medio más seguro de hacer imposible los abusos del poder”
Es oportuno hoy, en las proximidades de los tiempos electorales; en estos momentos en que Juárez es actual, en estos momentos en que Juárez no es un cadáver sino un líder, se levanta de su tumba y parece que con su ceño adusto y su índice de fuego nos señala que “La democracia es el destino de la humanidad futura, la libertad su indestructible arma y la perfección el fin a donde se dirige”. Fórmula que el Partido Revolucionario Institucional, invariablemente  aplica para elegir a los ciudadanos que han ganado su haber con el sudor de su frente, con el trabajo constante hacia el interior del partido, reflejándose al servido de la sociedad; pues son los que tienen intereses mas directos en la paz y la tranquilidad públicas, en razón de que de ellas depende su existencia; mientras que los aspirantes que adolecen de arrogancia, vanidad y prestigio, quieren figurar sólo por el prurito de innovar y de establecer utopías tan bellas en el discurso como desastrosas en su aplicación, animados por sus ambiciones personales o de grupo, ante la más completa ignorancia de las necesidades del pueblo.
Héctor García Rodríguez